sábado, 31 de julio de 2010

René Descartes

Biografía

Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, en la Turena francesa. Pertenecía a una familia de la baja nobleza, siendo su padre, Joachin Descartes, Consejero en el Parlamento de Bretaña. La temprana muerte de su madre, Jeanne Brochard, pocos meses después de su nacimiento, le llevará a ser criado en casa de su abuela materna, a cargo de una nodriza a la que permanecerá ligado toda su vida. Posteriormente hará sus estudios en el colegio de los jesuitas de La Flèche, hasta los dieciséis años, estudiando luego Derecho en la Universidad de Poitiers. Según la propia confesión de Descartes, tanto en el Discurso del método como en las Meditaciones, las enseñanzas del colegio le decepcionaron, debido a las numerosas lagunas que presentaban los saberes recibidos, a excepción de las matemáticas, en donde veía la posibilidad de encontrar un verdadero saber.

El método cartesiano







“pienso, luego existo”

En relación con la famosa frase “pienso, luego existo” es necesario hacer las siguientes precisiones:

1. Aunque Descartes presenta este conocimiento en forma inferencial (“luego...”) no hay que creer que llega a esta verdad a partir de una argumentación o demostración. No llega de esta manera porque la duda metódica (particularmente la hipótesis del genio maligno) pone en cuestión precisamente el valor de la razón deductiva. Además, como nos dice el propio Descartes en su “Respuesta a las Segundas Objeciones” si esta proposición fuese la conclusión de algún silogismo, habríamos necesitado conocer previamente la mayor “todo lo que piensa es o existe” la cual se fundamenta precisamente en la observación de que uno mismo no puede pensar si no existe, puesto que las proposiciones generales las obtenemos del conocimiento de las particulares. El “cogito, ergo sum” es una intuición. El conjunto de reflexiones que propone Descartes antes de llegar al cogito sirven para preparar a nuestra mente y disponerla de tal modo que pueda percibir de forma inmediata y evidente dicha verdad. Podemos conseguir que alguien acepte la existencia o propiedades de un objeto físico sin demostrárselas, basta que le ayudemos a dirigir su mirada hacia dicho objeto (que le enseñemos a mirar); pues bien, lo mismo hace Descartes, nos enseña a mirar en una determinada dirección, dispone nuestro espíritu para que éste capte con evidencia dicha verdad.

2. Es preciso tener cuidado con la palabra “pienso” (y con la proposición “pienso, luego existo”) pues con ella nosotros ahora nos referimos a la vivencia gracias a la cual tenemos un conocimiento conceptual e intelectual de la realidad. Sin embargo, en Descartes tiene un significado más genérico y viene a ser sinónima de acto mental, o vivencia o estado mental o contenido psíquico. El propio Descartes nos dice que con la palabra “pensar” entiende “todo lo que se produce en nosotros de tal suerte que lo percibimos inmediatamente por nosotros mismos; por esto, no sólo entender, querer, imaginar sino también sentir es la misma cosa aquí que pensar”. El rasgo común a entender, querer, pensar, sentir, (y pensar en sentido estricto, pensar como razonar o conceptualizar) es el que de ellos cabe una percepción inmediata, o en nuestro lenguaje, que todas estas vivencias tienen el atributo de la consciencia, el ser consciente o poder serlo. Todo acto mental presenta la característica de ser indudable, ninguno de ellos puede ser falso, por lo que valdría tanto decir “recuerdo, luego existo”, “imagino, luego existo”, “deseo, luego existo”, “sufro, luego existo”, que “pienso luego existo”;

3. El descubrimiento cartesiano, el cogito, señala, simplemente, que la mente es un ámbito privilegiado para la verdad, pues de los estados mentales propios no cabe duda alguna cuando dirigimos nuestra mirada hacia ellos y los describimos únicamente en la medida en que se muestran a dicha mirada reflexiva. En términos actuales diríamos que las proposiciones que describen la propia vida psíquica son incorregibles, mientras que los que se refieren a la realidad exterior a la propia mente (incluidos los que se refieren a las mentes ajenas) son falibles o dudables: cuando vamos al dentista y le decimos que nos duele una muela el médico nos puede decir que es imposible puesto que no tenemos tal muela, y no nos llamaría la atención su corrección, pero parece absurdo que si simplemente le indicamos que sentimos dolor intente corregir nuestra descripción indicando que es imposible, que realmente no lo sentimos.

4. Como nota histórica se puede indicar que San Agustín: en “De libero arbitrio”, 2, 3, 7 ya anticipó esta primera verdad con su “si fallor, sum”, si me equivoco, existo; aunque en San Agustín este descubrimiento no tiene la importancia que tiene en la filosofía cartesiana.

El cogito se va a convertir en criterio de verdad: en la proposición “pienso, luego existo” no hay nada que asegure su verdad excepto que se ve con claridad que para pensar es necesario existir. Por eso podemos tomar como regla general que “las cosas que concebimos más claras y más distintamente son todas verdaderas”.

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